viernes, 16 de enero de 2015

Tema de REFLEXIÓN para las Vigilias de la ADORACIÓN NOCTURNA en Enero



Bienaventuranzas.- XI.-
Bienaventurados los que sufren persecución por la justicia porque de ellos es el reino de los cielos.

La octava bienaventuranza nos habla de "quienes padecen persecución por la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos".

Al “hambre”, a la “paz”, a la “mansedumbre”, a la “pobreza”, a la “limpieza de corazón”, al “llanto”, que hemos considerado en las otras bienaventuranzas, ésta añade el “sufrimiento”, la “persecución”.

Cristo anunció esta bienaventuranza cuando les dijo a los Apóstoles: “Acordaos de la palabra que os dije: Un siervo no es mayor que su señor. Si me persiguieron a mí, también os perseguirán a vosotros; si guardaron mi palabra, también guardarán la vuestra” (Jn 15, 20).

Contemplamos el padecimiento de los perseguidos por el testimonio que dan de la Fe en Cristo, aunque no lleguen al martirio, al derramamiento de sangre. Por eso, esta bienaventuranza es considerada como la consumación y perfección de las otras siete.

En ella está de manifiesto el sufrir, el morir y el resucitar de Cristo para liberarnos del pecado y, al redimirnos, devolver a Dios, "todo honor y toda gloria", y cumplir así "toda justicia" (cfr. Mt. 3, 15).

Quienes sufren persecución por la justicia y unen sus sufrimientos al padecer y a la resurrección de Cristo; quienes llegan incluso al martirio en la confesión de su Fe, a quienes son injuriados y calumniados, además de perseguidos. ¿Quiénes son?

No siempre se le presentan al cristiano oportunidades de dar testimonio de su Fe en Cristo Jesús y de su Amor a Dios con el martirio, con el ofrecimiento de su propia vida. Sí, en cambio, son muy frecuentes las situaciones en las que afirmar la Fe, pública y notoriamente, lleva consigo actuar en contra de tendencias algo -o mucho- generalizadas en el común vivir de los hombres, en unas sociedades o en otras, y esto puede comportar sacrificios económicos, daños morales, aislamiento social, etc.

Son los médicos, objetores de conciencia que se niegan a realizar el aborto y la eutanasia. Son los profesionales, políticos, administrativos, que rechazan un soborno en el trabajo para favorecer a unos y perjudicar a otros. Aunque su actuar sea con naturalidad y sencillez, su transparencia cristiana chocará con el ambiente, y podrá causar no pocos perjuicios, a ellos y a sus familias.

Cristo nos dio un testimonio vivo de esta bienaventuranza muriendo en la Cruz por nosotros. Y en los Hechos de los Apóstoles encontramos un claro ejemplo de estos bienaventurados. El Sanedrín encarcela a algunos apóstoles y discípulos; les azotan, y después le dejan libres recomendándoles que no hablen más de Jesucristo: “Ellos se fueron contentos (...), porque habían sido dignos de padecer ultrajes por el nombre de Jesús; y en el templo y en las casas no cesaban todo el día de enseñar y de anunciar a Cristo Jesús” (5, 40-42). Los azotes no les cierran la boca, el corazón, y no dejan de proclamar la Verdad de Cristo, muerto y resucitado.

En esta bienaventuranza es patente la acción del Espíritu Santo, que llena el corazón de los cristianos, y les da la fuerza del amor que les lleva a confesar su Fe, su Esperanza, su Caridad, en Cristo Nuestro Señor. Es el culmen de la santidad.

El cristiano que vive las bienaventuranzas puede hacer suyas estas palabras de san Agustín:

“¿Me atreveré a decir: soy santo? Si dijese santo en cuanto santificador y no necesitado de nadie que me santifique, sería soberbio y mentiroso. Pero si entendemos por santo el santificado, según aquello que se lee en el Levítico: sed santos, porque yo, Dios, soy santo; entonces también el cuerpo de Cristo, hasta el último hombre situado en los confines de la tierra y, con su Cabeza y bajo su Cabeza, diga audazmente: soy santo” (Enarrationes in psalmos, 85, 4 (Pl 37, 1084).

El "buen aroma de Cristo" escondido en cada bienaventuranza, impregna toda actuación del cristiano y le da un resplandor que hace presente al mismo Cristo en él. El pacífico da a conocer a Jesucristo, "manso y humilde de corazón", que no "quiebra jamás la caña cascada". El pobre de espíritu, en su clamar a Dios Padre, sostiene en la esperanza a quien llora y le consuela. La acción del Espíritu Santo en el alma del "limpio de corazón" hace posible que en todas sus obras aparezca el latir del corazón de Cristo, que quiere "que todos los hombres se salven, y lleguen al conocimiento de la Verdad". El que sufre persecución por la justicia hace presente en su padecer el gozo de la vida eterna, “escondido con Cristo, en Dios”.

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Cuestionario


•Ante la persecución que sufre la Iglesia en tantos lugares del mundo, ¿me afianzo en la Fe y rezo por la conversión de los perseguidores?


•En mi trabajo, ¿me niego a hacer cosas contrarias a la ley de Dios, porque mi actuación pueda acarrearme algún perjuicio?


•¿Doy testimonio de mi Fe en las conversaciones con mis amigos, o tengo miedo y temor de hablar de Cristo, de la Iglesia, de los Sacramentos?










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